El partido del 28 de enero frente a Perú era decisivo. más que decisivo, determinante. Era de los que lo comentaristas hablan diciendo que había que ganar o ganar. Sin alternativa posible. No se podía perder, ni siquiera para rendirle honor a la célebre frase de Maturana en el sentido de que "perder es ganar un poco". Es decir, perder es perderlo todo. Y se perdió.
No se perdió, como se dice de goles tempraneros, en el camerino. Se perdió desde la alineación, conformada por nombres, no por hombres, como lo escribió en su cuenta de Facebook Fabio Rincón. Tenía que estar Falcao, sí. Tenía que estar James, desde luego. No podía faltar Uribe, por suopuesto.
Me pregunté si Uribe estaba jugando. ¿Por qué?. Porque si tomó la pelota tres veces no lo hizo cuatro. Hice lo propio con Falcao y encontré la respuesta en un tiro hecho recién comenzaba el match, un tiro que, por cierto salió por arriba ejecutado con bola en movimiento desde el sector derecho.
Al que vi fue a James, la carta triunfal en una víspera que fue preludio de bodas que no se realizaron. El superstar, que por cierto enfrentó con improperios a los abucheos de la tribuna desconsolada y protestante, recibió doce bolas, de las cuales perdió diez. Con pelotas en los pies, hizo ocho pases errados de diez que pudo hacer. ¡Qué record miserable!.
Entonces, ¿qué?. en el momento de las sustituciones, los primeros en ser arrancados del campo fueron ellos; Falcao y James. No. Salió el que mejor estaba jugando, ningún otro que Johan Mojica. De resto, cambios improvisados, desprovistos de esquemas de juego. ¡Qué desgracia".
Al fin, se salva la vergüenza de quienes lloraron como cobardes lo que perdieron como hombres, como sucedió con Juan Guillermo Cuadrado y Luis Díaz, a quien, dicho sea de oaso, pudo habérsele dañado su contrato, para entonces casi perfeccionado, para jugar en el mismo equipo de Mohamed Salah, el Liverpool.
Comments